15 de junio de 2013

El sitio de los sitios

Hacía mucho tiempo que quería leer El sitio de los sitios por dos razones fundamentales. La primera es la valentía formal y temática de Juan Goytisolo, su fortaleza literaria, y la segunda eran las guerras de los Balcanes que, en pleno corazón de Europa, pasaron para mí como de largo y confusamente durante mis años universitarios pero cuyos ecos aún me inquietan. ¿Estamos preparados los europeos para un destino común? ¿Cómo puede ocurrir la barbarie tan cerca mientras estamos mirando para otro lado o, peor, se mira pero no se entiende? El hecho de que Goytisolo se centrara en el sitio de Sarajevo era por tanto un doble estímulo, poder entender aquel episodio a través de quien se tiene en consideración. Pero si esperaba un libro sobre la guerra al estilo periodístico, me equivocaba. 

El sitio de los sitios es una novela breve llena de juegos narrativos, de tradición cervantina, prosa pulida, con vocación rupturista hasta en detalles como la puntuación de las interrogativas, con cambios de registros menos marcados que en otras novelas suyas pero presentes igualmente, una obra de investigación y farsa libresca, metaficcional y poliédrica. Todo gira alrededor del levantamiento del cadáver de un supuesto español cuyo cuerpo desaparece tras haber fallecido a causa de un obús lanzado contra su hotel por los sitiadores de la ciudad. El comandante español que trabaja en la ciudad para la fuerza multinacional, considerada estéril y ambigua por los personajes de la tertulia políglota, se hará cargo de una investigación que depara múltiples incongruencias, sorpresas y coincidencias. 

El sitio de la ciudad es un telón de fondo omnipresente. Incluso cuando cambia de lugar o se narran los sueños de algún personaje, la atmósfera resulta asfixiante, con los ciudadanos acogotados por los bombardeos y los francotiradores. La ficción creada, lejos de evadirnos de la realidad, subraya la idea de una sociedad de cultura ancestral en donde conviven muchas lenguas, de gran diversidad y raigambre, credo y pensamiento, que en nada se parece a esa identidad única que quieren imponerle los sitiadores. Los vasos conductores con nuestra historia surgen en varias ocasiones, por ejemplo en relación al caso de uno de los más viejos haggadahs sefardíes, de mediados del siglo XIV y originario de Barcelona, que salió de España con la expulsión de los judíos y que fue protegido por musulmanes en dos ocasiones, una de ellas precisamente durante el sitio de Sarajevo.

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