15 de noviembre de 2013

Una novela ecuatoguineana

No recuerdo dónde la compré, el hecho es que pasó a formar parte de un montoncito de libros a la espera de un momento mejor y quedó perdida para mi memoria con el alejamiento de mi biblioteca por imperativo laboral hasta que, recientemente, la abrí por casualidad y ya no pude dejarla hasta darle fin. Sé, eso sí, que la adquirí con un vago interés como complemento literario cuando estuve leyendo a historiadores de la Guinea Ecuatorial como Mariano de Castro, Donato Ndongo, Francisco Ela o Max Linger-Goumaz. Se trata de Retrato con un infiel de José Fernando Siale Djangany, una novela publicada por la editorial El Cobre en el 2007 que narra a modo de parodia parte de la historia de la Guinea Ecuatorial. 

Los nombres de muchos de sus personajes son estrambóticos, jocosos y simbólicos (Ibarra de Veréis, Congolino Lácteo de Vilareal, Juvenal de Golas), y los lugares nombrados no coinciden con los topónimos del país, ni de antes ni de después de la independencia, aunque algunos de ellos suenan cercanos a nombres reales (Carlos San Basilio a San Carlos o Isco de Corr a Corisco) y otros pudieran esconder simbolismos (Jubilea, Civilianjaïl). También los grupos enfrentados tienen nombres extraños (beseberes, gracórcitos). Esta dislocación de la realidad dota de un ambiente irreal al relato, ¿dónde estamos?, ¿quiénes son unos y otros?, lo que da más posibilidades narrativas que el mero hecho histórico, permitiendo mayor libertad. 

Donato Ndongo, también novelista y creador en los años ochenta de una antología de la literatura guineana, además de historiador y periodista, nombra en una entrevista de estos últimos años a José Siale como uno de los escritores destacados en el interior del país. La novela muestra una sociedad convulsa, atravesada por odios y rencores, en donde la violencia adquiere una carta de normalidad que, sin embargo, abona algunos de los momentos más impactantes del relato hasta rematarlo con un final trepidante. Las relaciones de poder, las distintas religiones, la opresión colonial y la divergencia étnica postcolonial generan tensiones constantes. Mientras, el humor se vuelve terror gracias a ciertos elementos fantásticos que evocan una atmósfera que se ha considerado afín al realismo mágico.

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