15 de marzo de 2016

La libertad según Karl Popper

En el verano de 1958 Karl Popper pronunció una ponencia titulada “A propósito de la libertad” en una pequeña población austríaca que, a juzgar por las fotos en internet, es un paraje de lo más hermoso, sobre todo para quienes, siendo de tierras áridas y costa como yo, quedamos maravillados ante las extensiones de montañas y valles verdes con casas que se integran con encanto en el paisaje. No es casualidad que Popper comenzara su charla aprovechando una conjetura sobre el origen de suizos y tiroleses. El deseo de libertad de sus primeros pobladores, que habrían llegado huyendo de enemigos más poderosos para evitar ser subyugados, sería mayor que los inconvenientes de vivir bajo las duras y austeras condiciones de vida propiciadas por el entorno frío, en donde apenas podía cultivarse durante largos periodos del año. Esta misma idea, la preferencia por la libertad antes que por la comodidad o la riqueza, surge al final de la ponencia como la única garantía de convivencia entre individuos digna de un ser humano y la única forma en la que podemos ser completamente responsables por nosotros mismos. 

El deseo de libertad, según Karl Popper, ya existe en los animales y en los niños y cualquiera lo entiende y puede apreciarlo, pero se vuelve problemático cuando los seres humanos nos relacionamos en sociedad. Aquí entra en juego la ética: La libertad absoluta de un individuo podría dañar la de otros. Popper nos recuerda que Kant fue el primero en resolver este problema de la libertad al trasladar al Estado la responsabilidad de velar por ella, imponiendo límites a los ciudadanos, siempre y cuando utilice ese derecho sólo para asegurar la convivencia. Pero esa definición no sería suficiente para saber si vivimos en un Estado de ciudadanos libres, es decir, un criterio de libertad política. Para Popper, somos libres si podemos librarnos de nuestros soberanos sin derramamiento de sangre, por decisión de una mayoría. Criterio que reconoce tosco, al no decir nada de la importante cuestión de las minorías, pero que sirve para una evaluación clara de la libertad en los Estados, permitiéndonos distinguir si estamos ante una democracia o una tiranía, más allá de las palabras con las que ellas mismas u otros las clasifiquen.

A partir de aquí Popper propone cuatro tesis. En la primera defiende la idea de que, aunque tenemos mucho que mejorar, vivimos en la mejor de las sociedades de las que tenemos constancia histórica. Debemos recordar, siguiendo una advertencia del propio Popper sobre la necesidad de la comprensión del contexto histórico para entender una obra filosófica, que esta afirmación se refiere a las contadas democracias europeas durante la guerra fría. La segunda tesis nos invita a ser cautos a la hora de esgrimir la libertad y la democracia como causas de nuestro bienestar. Estas ni producen ni reparten nada en el sentido material y resulta peligroso engañar a la gente diciendo que con ellas tendrán más cosas. La tercera tesis, ligada a la anterior, dice que no podemos escoger la libertad porque nos de cosas sino porque, como Demócrito, la amamos por encima de las cosas. Y la cuarta tesis nos recuerda cómo la libertad ha sucumbido muchas veces en la historia, es decir su defensa no garantiza ninguna victoria, y cómo puede degenerar en terrorismo o conducir a la servidumbre más extrema. Lograr lo mejor de ese anhelo de libertad, nos dice, depende en gran parte de nosotros.

4 comentarios:

Marcos A. Gazovic dijo...

Hola, te saludo desde Argentina, y te agradezco tu apreciado comentario sobre la ponencia de Popper. Te pregunto, ¿Encontraste algún pensador vivo que escriba siguiendo el mismo espíritu?

Joaquín Meco dijo...

Hola Marcos:

Gracias por tu comentario. Es una grata alegría poder hablar con alguien del otro lado del charco. Yo estoy en medio, por cierto, en las islas Canarias.

Karl Popper ha sido muy admirado por los pensadores liberales. En La sociedad abierta y sus enemigos, la más conocida, muy estimulante y a la vez polémica, pone a Marx y a Platón continuamente en tela de juicio. A Aristóteles, por ejemplo, se lo despacha con desprecio de una manera que me pareció injusta.

Creo que entre nosotros, los hispanohablantes, quien más lo nombra, y con mucha admiración, es Vargas Llosa. Popper se enfrentó intelectualmente al nazismo y al comunismo, parecía estar en un espacio menguante, defendiendo cosas tan débiles como la democracia y las libertades, en medio de una conflagración internacional.

Pero Popper tiene otro gran tema en su filosofía, la ciencia. Hay quien dice que su primer libro, La lógica de la investigación científica, es su mejor obra, ya que condensa toda su teoría del conocimiento que luego fue exponiendo en sus charlas.

Hay también algo anecdótico que me gusta mucho de él. Fue amigo del historiador del arte Ernst Gombrich, a quien yo leí con entusiasmo cuando estudiaba en la universidad y que me ayudó mucho a apreciar tantas obras del pasado y del presente. Siempre me los he imaginado a ambos en un pequeño jardín inglés hablando (en alemán) con un té.

Dicho todo esto, siento no poder resolver tu duda. A veces tengo la sensación de que los libros buenos, aunque abundantes, son también raros, como las grandes cimas, y pasan muchos años hasta que otros toman el relevo. Hay sin duda pensadores actuales muy interesantes pero lo que dijo Popper sobre ciertos temas está, salvo matices y desde su perspectiva, quizá completo en sí mismo.

Ten en cuenta también que yo leo por placer, de forma muy poco sistemática, y no soy especialista en nada, así que mis conocimientos no pasan de ser los de un amateur.

Saludos
Joaquín

Marcos A. Gazovic dijo...

Hola Joaquín,

Me entusiasma tu respuesta y tu apreciación por Popper. Después de una pequeña introducción a mi acercamiento al autor, voy a comentarte sobre la inquietud que me genera, porque leyéndote me doy cuenta de que vas a entenderla; por tu párrafo donde mencionas el té y la excelente síntesis "quizá completo en sí mismo".

Leo por curiosidad, por entusiasmo y de una forma muy superficial filosofía y historia, buscando el placer que me provoca romper con mis prejuicios intelectuales. Que son muchos, seguramente por mi pobre educación inicial de argentino católico, con los cuatro abuelos nacidos por diferentes partes de Europa, que emigraron de niños muy pequeños junto a sus padres. Es decir, tal vez busco comprender todavía a los 40 años cosas importantes, por mi falta de raíces culturales. Mi formación universitaria y profesión es en ciencias económicas, pero la historia y la filosofía, o mejor dicho las ideas me parecen de los más interesante.

Este mes seguramente empiece a leer el último libro de Popper que me queda pendiente de los que puedo comprar en Argentina, y estoy deseando comenzar a poner en practica con más esfuerzo sus recomendaciones. Que tiene que ver con el "té" y el "completo en sí mismo" que vos mencionas. Entiendo que Popper propone una actitud filosófica, un método que llama racionalismo critico. Lo expone de forma muy clara en la ponencia que vos comentaste tan bien en tu blog. Al parecer Popper puso en practica su método desde los 17 años criticando al comunismo. Y tuvo como fruto sus libros de política, tan provocadores y fructíferos. Creo que él mismo se concedido varias licencias (tal vez con Aristóteles) porque buscaba un intercambio critico y honesto con sus lectores u otros filósofos. Pero al parecer los filósofos profesionales no gustan de exponer sus "profecías" a la critica, quizá porque viven de ellas.

Te pregunto, nosotros que no vivimos de nuestras ideas filosóficas, ¿tenemos chance de ejercitar la actitud de Popper para avanzar en la resolución de los problemas que se nos presentan? ¿podría juzgar las acciones de gobierno del presidente actual de mi país con el método popperiano? y ¿aplicarlo en la educación de mis hijos de 4 y 7 años?

Tengo la sensación de que avanzo, cada vez que me esfuerzo por escribir mis conjeturas (para sacarlas al mundo 3) y criticar sus derivaciones lógicas para buscar refutarlas (falsearlas). Pero como Popper recomienda, me falta encontrar otras personas que no se aferren tanto a sus ideas, que no se ofendan cuando uno las critica.

Por ejemplo, ayer en un asado familiar con un pariente que estudio historia y es culturalmente muy abierto, tuve la siguiente situación. Él se quejo de que tenia que esperar un año y medio para que se vaya el presidente Macri, creí tener el pie perfecto (un buen vino de por medio) para hablar sobre las ideas de la democracia. Cuando le comente sobre la interpretación original de Popper, se sintió desconcertado y evito la discusión eludiéndose.

Si las personas no quieren discutir sus ideas en charlas personales y amigables, si los que no están fanatizados, creen que solo pueden hablar los especialistas, Popper parecería no tener aplicación cuando es más necesario, ¿o no?

Saludos,
Marcos

marcosgazovic@gmail.com

Anónimo dijo...

Muchas gracias, me sirvió mucho para un trabajo que hice para filosofía. La información es concreta y va directo al grano. Nuevamente gracias.

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