15 de abril de 2017

¿Debe el arte entretener?

Creo que fue Buñuel quien dijo que podíamos hacer una película sobre cualquier cosa, pero debíamos hacerla entretenida. Lástima que no encuentro la cita, ya que probablemente esta está transformada en mi memoria por los años, aunque así sirve a mis intenciones. La sutileza entre tal afirmación y la que pretende hacer del arte un mero entretenimiento resulta resbaladiza, aunque parece llegar intuitivamente a nosotros. La obra puede tratar cualquier tema pero debe seducir al espectador, de ahí el arte de la narración, mientras que al hacer entretenimiento como fin en sí mismo entendemos que uno se pliega a un supuesto gusto del espectador, por lo general con una propuesta que ya ha tenido éxito previo, minimizando el riesgo temático o moral y la innovación de la forma artística, o diluyendo la propuesta espiritual o filosófica.

Puede que uno de los problemas teóricos del arte como entretenimiento radique en la inexistencia del espectador como una generalidad con un gusto único. Los individuos no sólo tenemos gustos distintos sino que los cambiamos a lo largo de los años, lo que explicaría en parte por qué resulta tan dogmático escuchar a ciertas personas abogar por un arte entretenido, como si lo que los entretiene a ellos fuera lo que debe entretener a todos los demás. Sin embargo, la idea del arte como entretenimiento se hace fuerte cuando el criterio de entretenimiento se equipara al gusto de la mayoría, ya que enfrentarse a este argumento corre el riesgo de hacernos resbalar por un peligroso elitismo. Pero el gusto en el arte, como el gusto en tantas otras cosas, desde la cocina al vestir o la decoración, es susceptible de ser mejorado y no tiene por qué estar siempre del lado más concurrido. Además, el gusto mayoritario cambia con las épocas, de tal forma que quienes han imaginado alguna vez una historia del gusto desconfían un poco de él.

Si consideramos el entretenimiento como el sabio uso de la técnica artística empleada para mantener al espectador, tendremos un criterio de valoración más estable. Los criterios de valoración del arte (por ejemplo, la adecuada dosificación de la información para generar suspense o la correcta iluminación según la necesidad de una película) requieren de una sensibilidad que puede ir adquiriéndose por diversas vías, unas intuitivas, algunas sesudas y otras experimentando por uno mismo. No todos usamos los mismos criterios cuando consideramos una novela o una película, hay quienes conocen cuestiones técnicas que se nos escapan al resto, aunque por supuesto pueden ser aprendidas. El gusto, por lo contrario, pudiera no sustentarse o emanar de criterios suficientemente rigurosos de fondo, por eso suele resultar más arbitrario, caprichoso y tan general que con frecuencia pierde su valor nada más ser expresado.

El entretenimiento, por tanto, no tiene por qué ser compartido por todos en el mismo grado ni en el mismo sentido. Hay quienes buscan ser sorprendidos por alguna novedad, sensibilizarse ante una realidad o experiencia vital ajena, conmoverse con unos personajes complejos o sentirse transformados como si la experiencia leída o vista los hubiera situado en donde no habrían llegado por sí mismos o hacía muchos años que habían olvidado. Hay quienes desean una catarsis de los miedos y fantasmas que cobijan. Hay quienes prefieren sucumbir a la belleza inherente a la obra, lingüística o visual, o extasiarse ante las posibilidades formales desplegadas. Aunque sea un elemento importante, el entretenimiento en sí no vale como criterio único y final. Es muy característico de nuestro tiempo ensalzarlo, como en otras épocas se ha ensalzado lo didáctico, lo ingenioso, lo bello, lo sublime, lo rupturista o lo comprometido. Si hoy celebramos lo entretenido por encima de otros criterios quizá esto diga mucho más de nosotros a los hombres del futuro de lo que nos damos cuenta ahora de nosotros mismos.

2 comentarios:

Javier RP dijo...

Volviendo a Buñuel: "El misterio es el elemento esencial de cualquier obra de arte", y ahí dejamos atrás cualquier criterio y nos instalamos en ¿lo trascendente?. Ya estamos asomados al precipicio.

Cristina Arevalo dijo...

El arte no tiene sino debe entretener, de todas manera deja lugar a la subjetividad que es por lo cual el arte no ha de evocar tristezas...alegrias, e incluso poder desterrar nuestro mas efimeros pensamientos. hermoso articulo, y de parte de los chicos de la gran hermandad blanca quedamos encantados principalmente con este topic pues el arte es fundamental en la vida!

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