15 de octubre de 2017

El satiricón o los restos de un naufragio

Lo que hoy en día conocemos como El satiricón serían los capítulos incompletos de los libros quince y dieciséis de una narración que nadie sabe cómo termina. Por lo que los propios personajes cuentan, sus recriminaciones, recuerdos y culpas, cuyas referencias a sí misma favorecerían la cohesión interna en un texto de aventuras sucesivas, podemos hacernos una idea de algunas de las peripecias que no conservamos: huida de la justicia, salvado de la arena del circo, asesinato de un huésped, costumbres de ciertos pueblos. Como lectores estamos obligados a recrear, sobre la base de la reconstrucción filológica de editores y eruditos, toda una serie de posibilidades en una obra llena de aventuras y giros imprevistos. Entre la edición de Cátedra y la de la Biblioteca Gredos he notado diferencias, de las cuales algunas podrían estar influenciadas por los muchos años transcurridos entre las dos lecturas. En la primera el estilo es más rápido y directo, y las lagunas del texto quedan marcadas con unos disimulados corchetes, mientras que en la segunda, que es una edición bilingüe, puede comprobarse la cadencia más próxima al original, sin partir las oraciones cuando estas son largas, y con marcas más claras cuando hay un salto en la narración, haciendo patente el vacío, la carencia, la pérdida. Fue casualidad, pero me alegro de haber leído primero la de Cátedra, más amena quizá, y posteriormente la de Gredos, que me ha ayudado a entrever sus muchos problemas textuales.

Ni el autor ni la época en que fue creado están claros, y aunque las controversias son apasionantes apenas indican sino la fragilidad del tiempo, y por tanto la importancia de rescatar ese pasado que desaparece detrás de nosotros y con nosotros. A algunos tampoco les parece claro el género al que pertenece, pero si estos fragmentos no son los restos de una novela no sé, francamente, qué otra cosa podrían ser. Es cierto que hay partes escritas en verso pero estos pocos poemas, por lo general breves, están en boca de personajes que los declaman, es decir dentro de la diégesis, o entendemos que el narrador comenta cuestiones psicológicas o trascendentes a modo de reflexión en medio de una prosa que, por muy disparatadas que sean las peripecias, tiene la apariencia de un simulacro realista, o más bien su versión naturalista y escatológica, marginal y vulgar. Además de sueños, deseos carnales, amenazas de muerte, escenas bufonescas o procaces, mucha comida y bebida, en esta novela hay cuentos narrados por los personajes y también muchos discursos con un sentido ya desaparecido de la retórica, cuando la capacidad de oratoria estaba ligada al mérito (no en vano la lógica de Aristóteles nace como tratado para ayudar a los competidores en los juegos de retórica), por lo que los personajes convencen y seducen a otros mediante sus argumentos. Estos dos elementos, los parlamentos y las historias dentro de la historia, son consubstanciales a la novela más clásica.

Pero quizá el elemento más llamativo sea el paródico, tanto de la vanidad exagerada del nuevo rico Trimalción como de toda una literatura. El satiricón parece construido en diálogo, muchas veces burlón, con la tradición de su época. La multitud de referencias a Horacio o Virgilio, y a los clásicos griegos demuestran que el autor las manejaba con soltura. No en vano sus personajes son retóricos o poetas marginales, como Agamenón o Eumolpo, apedreados por la multitud al ser despreciados dada su dudosa calidad, pero también capaces de comentar apasionadamente las obras clásicas. Sin embargo, las referencias se hacen profundas y parte de la estructura de la obra cuando las peripecias mismas parecen montadas como parodias de algún antecedente literario. Así, no es gratuito que Encolpio caiga en manos de una tal Circe que intente curarlo de su impotencia sexual con su magia o que Gitón se esconda bajo el colchón como un Ulises bajo las reses del cíclope. Por lo demás, apenas puede aventurarse un marco mayor, pero parece que la causa que desata los más diversos infortunios del narrador y el resto de personajes es un joven bello, como una Helena de Troya, cuya búsqueda, raptos y deseo de posesión sostendría la unidad de todas estas aventuras. En cualquier caso, se trata de una obra de abierta y desaforada sexualidad, a la manera de los sátiros, en la que el deseo homosexual y la adoración a Príapo son el eje principal y la motivación clara de las andanzas de sus personajes.

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